Me cuesta cerrar los viajes. Son demasiadas las sensaciones vividas para atraparlas en una mera conclusión. Además, tras estos periplos la nostalgia me agarra de una forma tan tremenda que me impide escribir, centrarme, reencontrarme.

Vietnam ha sido mi regreso a Asia tras dos años sin verla, a mi origen, a mi procedencia extrasensorial, al mundo de los sentidos en plena intensidad: hoy mi memoria amontona olores penetrantes, colores primarios en estado de virginidad, miradas profundas y sonrisas ingenuas, amabilidad sencilla y rudeza agresiva combinada en diferentes pasajes, sabores fuertes y dulces, sonidos irritantes, belleza natural.

Actualmente Ciudad Ho Chi Minh debe su nombre al líder revolucionario de la antigua Vietnam del Norte, en una de las referencias a una dramática guerra del Vietnam que 40 años después de su final aún hoy sigue siendo tema de debate en las calles locales, donde se enfatizan las diferencias entre el norte del país, más serio, y el sur, más abierto.

Llevamos dos días de nuevo de sorprendentes olores, colores y sabores que se dan de la mano en esta curiosa y vertiginosa urbe vietnamita. Es una de las urbes más densamente pobladas del sudeste asiático con 8,6 millones de habitantes y, lo que añade más algarabía, hasta 10 millones de motos que recorren caóticamente la mayor ciudad de Vietnam, que no su capital, ubicada en la norteña Hanoi.

Últimos dos días en la isla bajo la lluvia, inventándonos la vida en la habitación. Tenemos la suerte de que las dos somos muy adaptables y sabemos reinventarnos en cualquier lugar. Creo que este descanso, quizás excesivo, nos ha venido bien para pensar, platicar, pasear por la playa, cuidarnos, organizar cosas, programar otros viajes y disfrutar del silencio consciente tras tanto bullicio. Es difícil estar en un bungalow precioso, en un resort en miniatura, cinco días lloviendo sin parar y con nada cerca. Eso si en un lugar paradisíaco en el golf de Tailandia. Nosotras hemos sobrevivido estupendamente.

También hemos aprovechado para hacernos la pedicura, la manicura, masajes y mascarillas… se puede ver en la foto, jajaja. Y sobre todo hemos conseguido que nuestra maleta diera a luz para proseguir el viaje.

Los desayunos en Green Bay son excelentes, al aire libre mirando el mar, con frutas y comida de todo tipo, y todo decorado con una delicadeza exquisita.

Hoy nos hemos podido poner al resol y bañarnos varias veces lo cual ha sido un gran cambio frente ayer. Disfrutamos mucho de la playa y la lectura. Estos eran nuestros día de relax del viaje. Ya no sabemos lo que es el estrés: dormimos unas diez horas, descansamos en la tumbona, llegamos al bar y nos ponen la botella de vino con patatitas, ya sólo falta que alguien nos abanique…

Ayer tras tomar una copa y media de vino con la cena, nos perdimos por el resort. Creo que con el calor se nos subió. Nos dio tal ataque de risa que parecíamos dos locas borrachas en busca de una habitación. Finalmente, no se muy bien cómo conseguimos llegar.

Hoy ha amanecido lloviendo sin parar, decidimos coger un shuttle para conocer el pueblo que está a unos 25 minutos, pensando encontrar algo bonito que ver y pasar el día. A las dos horas estábamos de vuelta totalmente decepcionados, no sólo era feo sino también sucio.

Hoy ha amanecido lloviendo, nos da igual porque toca viajar y por la nubes siempre hace sol. Al salir del hotel nos llevamos una grata sorpresa, pues de tanto protestar por el cambio de habitación y mantenernos firmes en la postura, decidieron devolvernos el precio de un día. La verdad es que al final me dió pena, sinceramente creo que me pase cuatro pueblos, quiero remediarlo en booking para que no me persiga el mal karma, pues pese a que nos toco dormir a las dos en una cama “queen”, estaban realmente angustiados y preocupados, y la suite era extraordinaria.

Al presupuesto le ha venido de perlas, pues con ese dinero podremos facturar las maletas “embarazadas” (por la forma que han cogido) sino no nos iban a dejar volar. Aquí son de lo más estrictos con este tema: sólo puedes llevar en cabina 7 kg (incluido maleta y bolso). Nosotras llevamos 11,5 kg y una mochila de 2kg. El otro día lo salvamos entreteniendo al de seguridad, pero no creo que hoy fuéramos a tener la misma suerte.

Empezamos el día con un paseito de más de una hora por la playa y un par de baños de agua salada. Nos arreglamos y subimos al pueblo a la última prueba de las blusas. Todo un lujo de atenciones y cuidado el que hemos recibido. Las blusas han quedado ideales. La pena no tener más presupuesto para confeccionarnos más cosas. Ha sido toda una experiencia. Me recordaba cuando en Oviedo iba a la modista con mi madre y mis abuelas, que era el acontecimiento de cada temporada.

Hoy al levantarnos, aún no sabemos bien porque, en el hotel se empeñaron en cambiarnos a la suite, pese a nuestra gran resistencia. En principio por un tema de pereza peleamos en contra, pero luego cuando vimos la habitación no nos quedo otra que cerrar el piquito.

Después nos fuimos a pasear por Playa Cua Dai que la tenemos al lado del hotel. Nos hablaron de que era una playa de 30 km tipo Caribe de arena blanca y bordeada de palmeras, con restaurantes a pie de arena y sombrillas de paja; pero para nada se le parece. El agua es turbia y la arena muy normalita, aún así dimos un largo paseo viendo a los pescadores salir a pescar con sus originales barcas redondas en forma de media esfera.

Tras levantarnos en una habitación de lujo mirando a un jardín tropical y desayunar en modo slow, pensamos en ir andando al centro del pueblo, 45 minutos de caminata, en el hotel nos dijeron que bajo el sol era una locura y nosotras nos pusimos chulas diciendo que hacíamos unos 15 km diarios.

Justo al salir del hotel y ver el calor que hacia, no nos quedo otra que dar nuestro brazo a torcer. Si es que cuando uno se pone chula, la cosa no suele salir bien. La suerte es que justo apareció un taxi y nos llevó.

Hoy desayunamos y nos arreglamos con calma, no nos gustan nada los viajes check list… Lo nuestro es más a libre apetencia, si dejamos algo sin ver ahí se queda, de forma que así siempre tenemos una excusa para regresar.

Nos fuimos en taxi (son realmente baratísimos) a las afueras de Hue a ver la tumba Imperial Khai Dinh de Hue, en la que nos encontraremos con un pequeño patio con las casas de los mandarines a ambos lado y un patio de ceremonias, con las estatuas de piedra de los guardaespaldas del Emperador. Se nos olvidó llevar el sombrero y creímos morir abrasadas, la verdad que el casquete ha sido una excelente compra.