Trabajar con nuestro Karma

29 de julio de 2014

En Maldito karma, una de las sensaciones literarias del anterior curso, David Safier cuenta la historia de una presentadora de televisión que, tras morir aplastada por un lavabo de una estación espacial rusa, se entera en el más allá que ha acumulado mal karma. Puesto que ha engañado a su marido, ha desatendido a su hija y ha hecho la vida imposible a los que la rodeaban en su fulgurante carrera, se acaba reencarnando en una hormiga. Para volver a ser humana tendrá que ganar buen karma. Esta fábula moderna en clave de humor se inspira en la tradición hindú: cada persona recoge lo que ha sembrado.

El hinduismo y el budismo nos enseñan que teñimos la realidad de nosotros mismos: si miramos la realidad con odio, ese odio volverá a nosotros, mientras que si lo hacemos con amor, será ese mismo amor el que encontraremos en el camino.

“En una sociedad cada vez más conectada, los destinos individuales influyen en el bienestar o malestar general”.

El karma es una ley cósmica de retribución, o de causa y efecto. No solo acumulamos buen o mal karma con nuestros actos, sino también con nuestras palabras y pensamientos. Quien utiliza el lenguaje para maldecir o difamar a otros, recibirá ese mismo trato por parte de los demás. Los pensamientos negativos son asimismo un bumerán: si desconfiamos de todo el mundo, atraeremos desconfianza hacia nosotros; si envidiamos y deseamos el mal de terceros, no seremos merecedores del amor ajeno.

La ley de la retribución

“Todos procedemos de la misma fuente. Si odias a alguien, te estás odiando a ti mismo” (Elvis Presley).

Una prueba muy sencilla y evidente de esta clase de karma la encontramos en la esfera de la amistad. Las personas alegres, generosas y bienintencionadas están rodeadas de amigos, mientras que las retorcidas y rencorosas se enzarzan en conflictos y la gente las rehúye.

Estas últimas no se dan cuenta de que son responsables de lo que les sucede. Las personas de karma negativo atribuyen lo que les ocurre a la mala suerte o a la vileza humana. Pocas se dan cuenta de que lo que viven es consecuencia de su modo de proceder y que son tratadas del mismo modo que tratan.

Buen karma

“Estar enojado es como tener en la mano un carbón candente con la intención de aventárselo a alguien. Quien se quema eres tú” (Buda).

El Dalai Lama, el divulgador más global del budismo, tiene una visión muy práctica de cómo podemos obtener buen karma en la vida cotidiana. Estos son algunos de sus consejos:

  1. Cuando pierda, no desaproveche la lección que puede aprender.
  2. Recuerde que no obtener lo que se quiere es un maravilloso golpe de suerte.
  3. No deje nunca que una discusión hiera una buena relación.
  4. Si se da cuenta de que ha cometido un error, tome medidas para corregirlo.
  5. Recuerde que el silencio es a veces la mejor respuesta.

Las leyes para el buen karma las podemos resumir de la siguiente manera: si somos conscientes de las consecuencias de nuestros actos, nos conduciremos mejor, ganaremos apoyos y evitaremos fricciones que nos hacen perder una energía preciosa.

Los sacos de grano

“¡Qué maravilloso es que nadie tenga que esperar ninguna señal para empezar a hacer el bien!” (Anna Frank).

En su libro titulado justamente Buen karma, Josep López cuenta una historia que ejemplifica los beneficios kármicos de actuar altruistamente: dos hermanos heredaron la granja de su padre y decidieron seguir trabajando en ella y repartirse al cincuenta por ciento la producción. Durante un tiempo, el grano resultante de la cosecha se guardaba en sacos y se repartía en dos montones iguales.

Con el tiempo, el mayor de los hermanos se casó y tuvo hijos, mientras que el pequeño permaneció soltero. A menudo, el soltero pensaba en su hermano mayor y en el hecho de que, teniendo mujer e hijos, necesitaba más que él, es decir, más de la mitad de los productos que generaba la granja. Llevado por este pensamiento, se dedicaba en secreto a visitar de vez en cuando el granero y trasladar unos cuantos sacos desde su montón al de su hermano. Este, por su parte, también pensaba a menudo en su hermano pequeño y sentía que debía de estar muy solo, y que si ahorraba algo más de dinero tal vez le resultaría más fácil encontrar una mujer y crear su propia familia. De modo que, también en secreto, visitaba algunas noches el granero y movía unos cuantos sacos desde su montón al de su hermano.

Sin saber cómo, se dieron cuenta de que nunca les faltaba el grano, y ambos se sintieron generosos y afortunados. La moraleja es muy simple: cuando damos, ya estamos recibiendo. Esto nos sucede también cuando el grano no se ve, pero pesa de igual modo en nuestra despensa de felicidad.

Tropezar con la misma piedra

“Quien no aprende de su historia, está condenado a repetirla” (Napoleón Bonaparte).

La iluminadora comedia Atrapado en el tiempo -su título original era El día de la marmota- trata sobre un periodista gruñón condenado a revivir una y otra vez el mismo día. Enviado por su cadena de televisión a un pueblo de Pensilvania a cubrir El día de la marmota, una tradición local, durante el regreso se ve sorprendido por una tempestad que le obliga a regresar al lugar. A la mañana siguiente, el protagonista escucha asustado el mismo programa en el radiodespertador.

La jornada se repite un día tras otro de idéntica manera, con la única diferencia que el periodista sabe que todo lo que sucede ya lo ha vivido. Para salir del bucle tendrá que mejorar sus acciones hasta que el buen karma le permita regresar a una vida que se mueve hacia delante.

La película no deja de ser una parábola sobre el karma cotidiano. Hasta que no tomemos conciencia de lo que podríamos hacer mejor, estaremos condenados a tropezar con la misma piedra.

Un destino colectivo

“El karma instantáneo te atrapará. Irá a golpearte en la cara. Más te vale que te concentres. Únete a la raza humana” (John Lennon).

En una sociedad cada vez más interconectada, los destinos individuales influyen en el bienestar o malestar general, algo que hemos experimentado en esta larga debacle económica. La buena noticia es que está en nuestra mano limpiar el karma general a través de pequeños actos que, sumados, regeneren el sistema:

  • Poner nuestro dinero en bancos que se guíen por criterios éticos. 
  • Ayudar a aquellas personas de nuestro entorno que han quedado atrapadas por la crisis y necesitan un impulso.
  • Evitar los programas de radio y televisión basados en la confrontación y el regocijo ante el mal ajeno.
  • Cambiar el discurso negativo que desanima por uno más proactivo.
  • Dedicar más tiempo a buscar soluciones que a lamentarnos.
  • En vez de llorar lo perdido, apreciar lo que nos queda.
  • Ser amable con todos, incluso con los que no lo merecen, ya que todo el mundo libra una dura batalla.

Si tomamos las riendas de nuestro karma cotidiano, no solo viviremos de forma más responsable, consciente y feliz, también contribuiremos al bienestar de las personas que nos rodean, que a su vez nos ayudarán a salir adelante.

Un objetivo más amplio

“En momentos de crisis muy graves -atentados terroristas en masa o catástrofes naturales- vemos salir a una legión de voluntarios anónimos, personas que estaban en la zona; personas que siendo tan víctimas como los demás, mueven sus energías, dejando de lado la programación habitual de sus mentes para ayudar, para socorrer (incluso poniendo en riesgo su propia vida) a sus semejantes (…). Dejaron de lado su faceta más egoísta para centrarse en un objetivo más amplio, ayudar a los demás. Las grandes catástrofes nos ayudan a ver más allá de nuestras narices, poniéndonos a todos en una posición de igualdad en la que no hacemos caso a nuestras ridículas preocupaciones diarias”. Bendito karma, de Salvador Badillo (Luciérnaga).

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Justin Timberlake – Mirrors

28 de julio de 2014

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Melody Gardot – Baby I’m a fool

28 de julio de 2014

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Melody Gardot – Our love is easy

28 de julio de 2014

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Sarah McLachlan – Angel

20 de julio de 2014

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Lo que he aprendido en la vida – Paulo Coelho

20 de julio de 2014

Lo que he aprendido en la vida

He aprendido que no puedo hacer que alguien me ame; solo convertirme en alguien a quien se pueda amar, el resto ya depende de los otros.

He aprendido que por mucho que me preocupe por los demás, muchos de ellos no se preocuparán por mí.

He aprendido que puede requerir años para construir la confianza y únicamente segundos para destruirla.

He aprendido que lo que verdaderamente cuenta en la vida, no son las cosas que tengo alrededor sino las personas que tengo alrededor.

He aprendido que lo más importante no es lo que me sucede sino cómo lo interpreto y lo que hago al respecto.

He aprendido que hay cosas que puedo hacer en un instante que ocasionan dolor durante toda la vida.

He aprendido que es importante practicar para convertirme en la persona que yo quiero ser.

He aprendido que es muchísimo más fácil reaccionar que pensar, y más satisfactorio pensar que reaccionar.

He aprendido que siempre debo despedirme de las personas que amo con palabras amorosas; podría ser la última vez que los veo.

He aprendido que puedo llegar mucho más lejos de lo que imaginé posible.

He aprendido que soy responsable de lo que hago, cualquiera que sea el sentimiento que tenga.

He aprendido que o controlo mis actitudes o ellas me controlarán a mí.

He aprendido que aprender a perdonar requiere mucha práctica.

He aprendido que por bueno que sea el buen amigo, tarde o temprano me voy a sentir lastimado por él y debo saber perdonarlo por ello.

He aprendido que no siempre es suficiente ser perdonado por los otros; a veces tengo que perdonarme a mí mismo.

He aprendido que por más apasionada que sea una relación en un principio, la pasión se desvanece y algo más debe tomar su lugar.

He aprendido que con los amigos podemos hacer cualquier cosa, o no hacer nada, y tener el mejor de los momentos.

He aprendido que simplemente porque alguien no me ama de la manera que yo quisiera, no significa que no me ama a su manera.

He aprendido que la madurez tiene más que ver con las experiencia que he tenido y aquello que he aprendido de ellas, que con el número de años cumplidos.

He aprendido que la verdadera amistad y el verdadero amor continúan creciendo a pesar de las distancias.

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RILKE: AL ESCRIBIR

4 de julio de 2014

Al escribir no se atenga a temas generales, que entre en sí mismo y saque de ahí sus temas, que busque la hondura de las cosas cotidianas, ya que “en lo hondo todo se hace ley” y sobre todo que se sumerja en el gran silencio que lo constituye, en lo oscuro, en lo indecible, en lo inconsciente, y aguarde con humildad y paciencia (“la paciencia lo es todo”) el descenso de la claridad.

El destino de los artistas debe salir de ellos mismos, no llegarles desde fuera. Debe surgir de su “gran soledad interior”, una soledad que es un constante mantenerse en lo difícil, que crea una lejanía en torno a ellos, una cercanía lejana respecto al resto de los hombres.

El artista no debe desconfiar de su mundo interior, no debe excluir nada de él, ni siquiera lo más enigmático. Debe amar sus dudas, educarlas y convertirlas en “dudas sabedoras”. El artista debe vivir a fondo las preguntas más torturantes, debe ser valiente con lo extraño e inexplicable. No debe temer las tristezas, pues éstas son sólo los momentos en que ha entrado algo nuevo en nosotros, algo desconocido, y nos ha quitado por un momento todo lo familiar y habitual.

En definitiva y como conclusión de este decálogo epistolar, Rilke afirma que la vida tiene siempre razón en todos los casos y que “el arte es sólo un modo de vivir, y uno, viviendo de cualquier manera, se puede preparar para él: en todo lo real se está más cerca y más vecino de él que en esos irreales oficios semiartísticos que, reflejando una proximidad al arte, niegan en la práctica la existencia de todo arte y lo atacan, como hace todo el periodismo, y casi toda la crítica, y tres cuartas partes de eso que se llama y quiere llamarse literatura“.

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